lunes, 29 de septiembre de 2008

Ohhh, Wunderschön!!

Maravilloso

Le doy un gallifante al que me diga de dónde he sacado estas estrofas de sabiduría y belleza lírica. Pero sin mirar en el Google ¿eh? Jajaja





Y otro gallifante para quien me diga a qué pintor español del Siglo XX le impresionó tanto este cuadro que se convirtió en un motivo recurrente en sus obras.


Todo tiene su tiempo y sazón, todas las tareas bajo el sol:
tiempo de nacer, tiempo de morir;
tiempo de plantar, tiempo de arrancar;
tiempo de matar, tiempo de sanar;
tiempo de derruir, tiempo de construir;
tiempo de llorar, tiempo de reír;
tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar;
tiempo de arrojar piedras, tiempo de recoger piedras;
tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse;
tiempo de buscar, tiempo de perder;
tiempo de guardar, tiempo de desechar;
tiempo de rasgar, tiempo de coser;
tiempo de callar, tiempo de hablar;
tiempo de amar, tiempo de odiar;
tiempo de guerra, tiempo de paz.
¿Qué saca el obrero de sus fatigas?
Observé todas las tareas que Dios encomendó a los hombres para afligirlos: todo lo hizo hermoso en su sazón y dio al hombre el mundo para que pensara; pero el hombre no abarca las obras que hizo Dios desde el principio hasta el fin.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Comentarios varios

Bueno, bueno: tenía ganas de escribir este post para vaciar un poco la amargura en la internet esta de los cojones. Ahí va:

1.- Eligen los políticos a Carlos Dívar como presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo y el comentario general es... -Es un hombre muy religioso. Pero lo más gracioso del tema es que el comentario es EN PLAN NEGATIVO!! Total: que ser religioso para una parte de la ciudadanía española (porque, evidentemente, una parte de la ciudadanía piensa así) es algo malo. Pues nada, yo que pensaba que la inquisición se acabó en su día, y ahora resulta que se reedita en su versión laico... con perdón de la expresión: -No me jodas.



2.- Lo siento, pero este comentario vuelve a ser religioso: esa peasso película que se llama Camino de un nota llamado Fesser (el del Milagro de P. Tinto y Mortadelo y Filemón). Ya se veía en P. Tinto y su fábrica de obleas que al colega este el asunto religioso no le va mucho. Pero en esta película, es que directamente se la soba... Como se la sobamos todos aquellos que pensamos que Dios es algo realmente importante en nuestra vida. Claro, su nueva película Camino se vasa en la vida de una niña que estaba vinculada en cierta manera, al Opus Dei: Alexia. Y le cambia el nombre por Camino... qué original, el nota... En definitiva: que los católicos valemos menos que una mierda en la sociedad y que si se ríen de nosotros, mejor. Por cierto, con gran regocijo de muchos "católicos" de nombre, falfollas como estos notas, y que San Pablo, ahora que estamos en su año, llamaba "falsos hermanos". Qué la Iglesia está mal? Anda los cojones!!! Pues claro, con la ralea de peña que dice que es católica y se pasa por el forro de los cojones las escrituras, el magisterio, los dogmas y todo lo divino y humano que pueda... Sinceramente, Dios tiene que existir, porque de otra manera, cómo seguir creyendo... Ah, y por supuesto: como no tirarle al Opus Dei... hombreeeee! Pues mirad, como sabéis que yo soy supernumerario, y los que me conocéis también conoceréis algunos de mis defectos (que no todos, jeje) me toca soberanamente los cojones gentuza como esta que no sabe más que criticar y reirse de nosotros: pero qué coño es esto? qué sociedad indecente es ésta que se le ríe la gracia a quien se ríe del prójimo??

Y tenía otro tema más, pero la indignación ha hecho que me olvide. Ya lo recordaré. Perdonad que hoy sea tan negativo, pero como diría un gran literato, y ya he repetido en este texto:

-Me han tocado los cojones. Por qué no chupan cerrojos si se aburren??

martes, 9 de septiembre de 2008

Proyecto Camerún

Hola a todos, chatos y chatas:

Os presento hoy un post que me gustaría, en la medida de vuestras posibilidades, que fuera objeto de publicación en vuestros respectivos blogs. Se trata de una iniciativa en la que empiezo a colaborar este año desde la ONG granadina COSOCIAL. De momento lo llamaré: Proyecto Yaoundé (Camerún). Por cierto, no viene mal este mapilla para que nos situemos:




Se trata de conseguir fondos para la construcción y sostenimiento de un centro de salud (de momento, esta es mi información que corrobaré en breve) en Camerún.Este vídeo que ves a continuación me ha gustado mucho: un cuadro que representa el Monte Camerún y canciones africanas.



Hemos pensado muchas actividades,pero una concreta que he copiado miserablemente de David Insa, es organizar una capea en Granada con la colaboración de gente del Colegio Mayor Albayzín y demás peña que se apunte del ambiente universitario/jóvenes profesionales de la vida, para sufragar esta iniciativa y darla a conocer. Además de reunirnos y pasar un buen rato con la gente mientras colaboramos con una iniciativa solidaria con quienes menos tienen en esta tierra.




Un solo dato: la gente se muere en Costa de Marfil o en Camerún porque no tienen Betadine...



En fin, cuando vaya teniendo más datos, os los iré dando a conocer para ver si me podéis echar una mano en esta nueva aventura, de la que no tengo ni idea de cómo vamos a salir parados. Aunque confío en quien confío: nunca falla. Os espero en la capea.




Añado unas fotos que me han mandado de la zona en la que se desarrollará el proyecto, y confirmo que el mismo se realizará en las afueras de la capital Yaoundé:







Todos tienen derecho a la vida, de Ignacio Sánchez Cámara

Junto con Alejandro Llano, Juan Manuel de Prada y alguna animalada de Pérez-Reverte, creo que son los tíos que más me gustan del panorama escrito español, sumando Antonio Burgos y alguno más.

En este artículo aborda el tema del aborto, en Gaceta. Y creo que incide en lo más importante: no puedo entender:

1.- Que haya quien diga que el aborto, es decir: la muerte del feto provocada, sea un "derecho reproductivo de la mujer".
2.- Que la mujer pueda decidir, por sí misma, si quiere tener el hijo que ha engedrado o no, dejando al hombre al margen.
3.- Que se utilice el aborto de forma que quien no estemos de acuerdo con la ideología que la sustenta, sea una persona a extirpar de la sociedad. Terrible horizonte de un pensamiento único.
4.- Y, sobre todo: qué cambia en ese ser humano que se está gestando para que pongamos una fecha, antes de la cual no sea nada; y después de la cual, lo sea todo... No lo alcanzo a entender.




El Gobierno socialista, a través de la ministra de Igualdad (en serio, de Igualdad), ha publicado su intención de aprobar una nueva ley del aborto. Para empezar, en España no existe tal ley, sino una reforma del Código Penal de 1985 que despenalizó el delito de aborto en tres supuestos. En los demás casos, continúa siendo un crimen. Algo, pues, bastante alejado de un derecho. No alcanzo a comprender la necesidad de un Ministerio de Igualdad, como no la encuentro para uno de Libertad o Fraternidad. Pero, una vez que existe, tampoco llego a entender su relación con el aborto.

La capacidad argumentativa de su titular no va a la zaga de la inanidad de su departamento. Uno de los argumentos invocados para la reforma legal apela a las dificultades de cumplir la actual ley. Pero, entonces, suponiéndose que así fuera, y no más bien que estemos ante un caso de fraude masivo de ley, de lo que se trataría sería de aplicar la legislación actual, no de transformarla.

También apela la ministra Aído a la vetustez de la legislación. Por esa línea argumental, habría que despenalizar el asesinato. Incluso invoca la necesidad de “garantizar los derechos fundamentales y la seguridad jurídica de las mujeres y de los profesionales que las atienden”. Al parecer, para la ministra, entre los derechos fundamentales de las mujeres se encuentra el de matar, antes de nacer, al hijo concebido. Así, todo parece indicar que el Gobierno prepara una ley de plazos, mediante la cual una mujer tendrá derecho a abortar durante las primeras semanas de la gestación. Suponemos que, traspasado el arbitrario plazo, el derecho se transformará, alquímicamente, en delito. Misterios jurídicos socialistas.

Una ley de plazos, aparte de otras consideraciones jurídicas y morales, se opone a la Constitución y a la doctrina establecida por el Tribunal Constitucional. La Carta Magna establece que “todos tienen derecho a la vida”, sin excluir al concebido y no nacido. El Tribunal, con toda razón, ha sentado la doctrina de que el embrión es un bien jurídico susceptible de protección jurídica. Pero una ley de plazos anula radicalmente esta protección, pues queda al arbitrio de la madre la decisión de quitarle la vida. Por supuesto, sin intervención de la voluntad del padre, convertido en convidado de piedra. Luego, eso sí, los arcanos de la igualdad obligarán al callado varón a compartir equitativamente los cuidados de los niños, siempre que sus madres estimen que pueden nacer.

Cabe también argumentar sobre las parejas que desean adoptar, sobre los trastornos físicos y psicológicos de las mujeres que abortan o sobre el negocio lucrativo de las clínicas abortistas. Pero todo esto es muy secundario si se considera, como es debido, que el aborto consiste en quitar la vida (es decir, matar) al embrión. El interés, la conveniencia, el bienestar, los planes de vida o cualquier otra finalidad de una madre no pueden prevalecer sobre el derecho a la vida de un ser humano. Ésta es la cuestión: matar o no matar. Queda, por lo demás, para los defensores de una ley de plazos argumentar cuál es la extraña transformación que sufre el embrión en la cuarta semana, en la sexta o en la octava de la gestación, que lo modifica, taumatúrgicamente, dejando de ser un puñado de células, parte disponible y prescindible del cuerpo de la madre, para convertirse en un ser humano titular de derechos.

No sé si el Gobierno utiliza el aborto a modo de cortina de humo que difumine los desastres de su gestión, especialmente económicos y autonómicos. Me da un poco igual, aunque creo que no se trata de eso, sino de un proyecto, de raíz totalitaria, para transformar la sociedad y perpetuarse en el poder. Acaso parte de la sociedad ande tan descarriada que no le importe la vida humana, pero a mí, si lo son, estas cortinas de humo me parecen más graves que el declive de la economía que tratarían de velar. Pues la vida es muy superior al bienestar material. Por ese camino, podría proponerse la invasión de Portugal para que los ciudadanos no reparen en sus dificultades de encontrar trabajo o llegar a fin de mes.

Riesgos, por Alejandro Llano

Este artículo del Dr. Llano, sorprendente por su claridad como todos los suyos, lo podéis ver en Gaceta. Me gusta mucho como se expresa este hombre por su sencilles y por la claridad conceptual con que aborda los problemas. Leí un libro suyo, cuyo nombre no recuerdo, que me pareció estupendo. A ver si hago una recensión.El artículo de marras habla del riesgo, de la sociedad del riesgo en que todos asumimos que las cosas pueden pasar: un accidente de avión... Pero, en el fondo, ese riesgo denota que nos estamos apartando del fin último del ser humano y, por ende, de la felicidad.



Un consumismo desbordado deja residuos por todas partes y fomenta la obesidad. El difundid hedonismo pansexualista es un cauce para pandemias que ya se han hecho presentes. Mientras que el egoísmo de las sociedades satisfechas, a través de sus abusivos aranceles comerciales, impone la muerte en flor de millones de niños desposeídos

“Todo es política”. Tal es el lema que se encuentra en la base de la actitud totalitaria. En lugar de considerar la política como un aspecto derivado y adjetivo de la vida, se la intenta situar en la entraña misma de la sociedad, como si de ella hubieran de proceder todas las decisiones y regulaciones de alcance público. Cuando lo cierto es que la política no constituye hoy precisamente la instancia más dinámica de las actividades comunes. Las burocracias públicas, regidas por quienes dominan en cada caso los aparatos políticos, no constituyen un ejemplo de dinamismo, competencia y capacidad de innovación. La comprobación repetida de esta realidad es una de las causas de la decadencia del socialismo en casi todos los países avanzados.

Donde, por inercia mental y por debilidad de posibles alternativas, los ciudadanos han de seguir padeciendo planteamientos con querencias totalitarias, la organización social tiende a acusar graves deficiencias. Los servicios públicos funcionan mal. Las infraestructuras tardan en actualizarse. Las catástrofes naturales pillan desprevenidos a los responsables. Y, sobre todo, nunca se reconocen los fallos y la actitud de rectificar parece estar prohibida. Hay mucho malestar en un Estado de Bienestar sobrecargado de exigencias e incapaz de gestionar la creciente complejidad.

El horizonte que se dibuja en un inmediato futuro es el de la sociedad del riesgo.

Si, convencidos de la ineficacia del aparato estatal, nos echamos en brazos del mercado, es decir, del otro gran componente de la tecnoestructura, tampoco encontraremos soluciones estables y satisfactorias.

Desde luego, la privatización de las empresas públicas no constituye el ungüento amarillo que todo lo cura. Las inversiones se escatiman, el personal disminuye, el beneficio a corto plazo representa el valor dominante. Las directrices de las actuales corporaciones —flexibles y globalizadas— no tienen a la vista el bien común como objetivo preferencial.

Desde Lord Acton, por lo menos, sabemos que el poder corrompe. Pero, desde hace algunos años, también hemos aprendido que el dinero como valor inapelable corrompe en no menor medida. Así es que de la combinación e intercambio de estos dos medios simbólicos circulantes —poder y dinero— no va a surgir, de manera puramente funcional y automática, la sociedad en la que se está bien, en la que es posible la vida lograda, en la que el temor y la inquietud no son sentimientos generalizados.

Es preciso recurrir a otro medio simbólico que, más recientemente, hemos comenzado a redescubrir: la solidaridad. Si acudiéramos a él con mayor convicción (y no sólo de palabra), saldríamos de la atmósfera enrarecida de los sistemas cerrados, y nos abriríamos a los juegos de suma superior a cero propios del mundo vital, es decir, de la fuente originaria de sentido, propia de las relaciones interpersonales y de las iniciativas libres. La responsabilidad cívica y la cultura ciudadana —actitudes que ni el Estado ni el mercado pueden enseñar ni transmitir— constituyen la salvaguarda contra esos peligros psicológicamente interiorizados, imprevisibles, no sometidos a seguros ni contraseguros, que componen hoy el panorama de esa sociedad del riesgo estudiada por Ulrich Beck y otros sociólogos de vanguardia.

Que el presidente Zapatero dijera recientemente que va a dedicar el resto de la legislatura al calentamiento global es una ocurrencia que les parece una burla a los miles de personas que sufren todos los días retrasos de trenes, apagones eléctricos, pérdida de maletas en los aeropuertos, contaminación de las costas, aumento de los accidentes de carretera… Y, francamente, el personal no ha acabado de creerse que algunas empresas hayan subido el límite de la temperatura de sus sistemas de aire acondicionado, con vistas a detener la licuefacción del Polo Norte. Afortunadamente, y a pesar de todos los pronósticos meteorológicos, hemos tenido en muchas regiones un agosto gélido.

Las amenazas de la sociedad del riesgo apelan en último término a un profundo cambio del estilo ético. Schumacher apunta que la sobriedad es la virtud que hoy día más necesitamos. Un consumismo desbordado deja residuos por todas partes y fomenta la obesidad. El difundido hedonismo pansexualista es un cauce para pandemias que ya se han hecho presentes. Mientras que el egoísmo de las sociedades satisfechas, a través de sus abusivos aranceles comerciales, impone la muerte en flor de millones de niños desposeídos. Como sugiere Alain Touraine, celebrar una lujosa fiesta rodeados de miserables equivale a danzar sobre un barril de pólvora.

No hay peores riesgos que aquellos que uno mismo se procura. Y, a su vez, la necesaria prevención respecto a tan inquietantes peligros no se puede confiar a instancias anónimas entre cuyas metas no figura el cuidado de las personas. Cuidar a las personas: ésta es la cuestión.

La vida nueva, de Juan Manuel de Prada

Ya sabéis que de Prada me encanta como narrador, a pesar de que me parece bastante incoherente cuando aborda los temas de moral sexual. No me sonroja ni me escandaliza, pero sí me sorprende. Con todo, aquí hay un artículo de XLSemanal muy en su línea: bien escrito, profundo, hiriente y que llega muy bien expresando cosas difíciles de trasmitir.




A veces se dice sumariamente que Jesús condena a los ricos, pero más exacto sería afirmar que condena a quienes tienen apego a las riquezas, a quienes ponen su corazón en el dinero; y prueba de ello es que entre sus seguidores se contaron hombres ricos e influyentes.

Uno de ellos es Nicodemo, que según nos cuenta el Evangelio acudía a Jesús de noche, un poco a hurtadillas, para evitar la vigilancia de los fariseos. En una de las conversaciones que mantiene con Jesús, le pregunta: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Acaso se puede entrar otra vez en el seno de la madre y volver a nacer?». Y Jesús le responde que, en efecto, cualquier hombre, no importa cuán viejo sea, puede volver a nacer del Espíritu.

Se trata de uno de los pasajes más inspiradores del Evangelio, porque nos habla de la posibilidad de renovarnos de forma profunda y radical, resucitando sobre las cenizas del hombre viejo. También es uno de los pasajes más definidores de la esperanza cristiana: convertirse es «volver a nacer»; y, una vez abrazados a esa vida nueva, nadie va a pedirnos cuentas de la vida antigua que hemos decidido dejar atrás.

Ésta es una de las mayores bellezas aportadas por el cristianismo (enturbiada por la Reforma, pero subsistente allá donde el orden romano subsiste): no importa lo que los hombres han sido, no importa lo que en el pasado hayan hecho o dejado de hacer, sino lo que hacen aquí y ahora; porque la vida humana está constantemente abierta a la redención. Es por esto que en los países de tradición católica todavía no triunfan esos intentos zarrapastrosos (tan habituales, por el contrario, en los países de tradición protestante) de manchar la fama de las personas públicas invocando episodios poco ejemplares de su pasado.

Visitando Florencia hace algún tiempo tuve oportunidad de contemplar, en el museo de su catedral, una extraña Piedad de Miguel Ángel que me hizo reflexionar sobre estos asuntos. Digo extraña porque es una obra de senectud, muy alejada por tanto de ese virtuosismo arrogante que caracteriza las obras juveniles de Buonarroti. Al parecer, Miguel Ángel concibió esta Piedad con el propósito de que presidiese su propia tumba; pero no la pudo concluir porque le sobrevino la muerte.

El Miguel Ángel que esculpe esta Piedad ya nada tiene que ver con el joven engreído, orgulloso de su arte, que ha apurado hasta las heces la copa de los placeres y el agasajo de sus contemporáneos; es un anciano que, como Nicodemo, desea volver a nacer. Y entonces se incluye a sí mismo en el grupo escultórico, forzando un poco la composición clásica de una Piedad, bajo la figura de un Nicodemo que sostiene el cuerpo exánime de Jesús. Como la escultura está inconclusa, se crea un efecto muy sugestivo: parece como si Nicodemo, como si el propio Miguel Ángel, estuviese en efecto naciendo ante nuestros ojos, brotando del cuerpo mismo de Jesús; sus rasgos borrosos, todavía no concretados por el cincel, parecen rasgos gestantes, los rasgos de un hombre en ciernes que se asoma a una vida nueva.

A muchos nos ocurre como a Nicodemo. No creíamos en la posibilidad de «volver a nacer», pensábamos que los errores del pasado eran lápidas de granito que nos echábamos sobre la espalda, fardos gravosos que nunca dejaban de aplastarnos; y, en consecuencia, creíamos que todo intento de renovación resultaría vano, porque aquellos errores del pasado continuarían arrojando su sombra sobre nuestra vida presente, impidiéndola cobrar vuelo.

Hubo una época en nuestra vida, incluso, en que tales ideas sombrías a punto estuvieron de apresarnos en su gangrena, convirtiendo nuestra existencia en una cárcel lóbrega, siempre atenazada por los grilletes del pasado. Y, mientras tales grilletes nos atenazaban, los negros pajarracos de la angustia empezaron a sobrevolarnos, disputándose nuestros despojos.

Pero un día descubrimos que hay una vida nueva aguardándonos a la vuelta de la esquina y nos aferramos a ella, como el Nicodemo de Miguel Ángel se aferra al Crucificado, y sentimos que en cada momento podemos ser salvados, que nada está fatalmente escrito, que las lápidas de granito y los fardos que nos aplastaban pueden convertirse hoy mismo en leve polvo, que los pajarracos de la angustia ya huyen despavoridos, que somos de repente hombres nuevos, hombres con la alegría recién estrenada que quieren volver a nacer.

¿Aborto? No, gracias: prefiero la vida y la belleza.

Aunque yo he sido de los que les gusta poner imágenes impactantes de abortos, me parece que no ayuda en nada ver niños descuartizados.

Para cambiar, pongo aquí un vídeo precioso, creo que norteamericano, sobre el desarrollo de la vida, de cada uno de nosotros, desde el momento en que nuestros padres nos engendran en un momento especialmente placentero, que se extiende a lo largo de la vida, aunque las cosas vayan cuesta arriba a veces.



Hay un contínuo en la vida del ser humano, un momento inicial en el que surgimos a la vida, que no puede ser alterado, porque nadie hay en el mundo que pueda alterar la sustancia humana que albergamos desde la concepción. Ni Dios siquiera, puede interponerse en el camino de la vida porque no puede convertirse en un monstruo.

Y ya vemos... aunque ni siquiera Dios puede hacerlo, tenemos muchos amigos/as que parece que les da igual una cosa u otra...

Creo que es una gran tragedia esta del aborto, pero como lo de la pobreza: ¡Qué bien se está mirando para otro lado!

El nuevo puritanismo

Muy bueno: este Sánchez Cámara es una pluma fina donde las haya.

La Gaceta, miércoles, 03 de septiembre de 2008

Daniel Bell escribió un memorable ensayo sobre las contradicciones culturales del capitalismo. Según él, éste genera un tipo de cultura que actúa en su contra. Acaso sería posible escribir otro semejante sobre las contradicciones culturales del socialismo. Si el radicalismo progresista (o, si se prefiere, el socialismo), pese a su inmerecido prestigio en las sociedades occidentales, no logra la hegemonía, es quizá debido a su endeblez intelectual y a sus paradojas y contradicciones.



Uno llega a sorprenderse de que la misma mente pueda albergar ideas tan incompatibles como el amor franciscano a la naturaleza y la defensa del aborto. Los mismos que se estremecen por el maltrato a los animales, aplauden a Stalin o a Pol Pot. Exhiben su pacifismo radical a la vez que sucumben al hechizo belicista de la revolución. Proclaman la fraternidad universal, a la vez que promueven el odio con una especie de fraternidad limitada y excluyente. El extraviado ciudadano que exhibe su camiseta con la efigie del Ché y defiende, a la vez, el pacifismo, es un ejemplo patente de esta descarriada contradicción.

Es tan patente la contradicción que la hipótesis de la superchería cobra visos de verosimilitud. Y, sin embargo, tal vez exista alguna explicación, que no justificación, del disparate, que vaya más allá del diagnóstico de la pura hipocresía. El radicalismo socialista posee raíces intelectuales que sus militantes, normalmente, ignoran. Michael Walzer analiza una de las influencias fundamentales del radicalismo político.




Los jacobinos y los bolcheviques (y tantos otros como quiera añadir el lector) son los herederos, quizá no reconocidos, del viejo puritanismo de raíz calvinista. Su más perfecto representante podría ser Robespierre. De Calvino procede, en buena medida, la concepción de la política como una especie de guerra. El activismo y el radicalismo, la demoledora combinación de fanatismo y disciplina, proceden de esa comunidad de hombres puros que el puritanismo calvinista generó. Su aspiración no podía ser calificada sino como utópica: la instauración de reino de Dios en el mundo, “la revolución de los santos”.

Los actuales progresistas, a pesar de los horrores que promueven, deben acaso su eventual halo de simpatía a su condición de herederos involuntarios del clero puritano. Sus extraviadas ansias de salvar el mundo, en contra siempre de la voluntad del mundo, su activismo tendente a la criminalidad, bien podría hacer suyas las añejas palabras del personaje de Ben Jonson: “Debemos rebajarnos a cualquier medio que pueda hacer avanzar la santa causa”. Toman así prestado su lenguaje del sector más radical y fanatizado de aquello que más proclaman odiar: el cristianismo. Aunque lo ignoren, existen razones para que aborrezcan el catolicismo, pues es opuesto al calvinismo puritano que ellos profesan sin saberlo.

Y esto nos lleva a la clásica distinción entre medios y fines. En política conviene atender sobre todo a los medios, pues es muy frecuente que los hombres pongan al servicio de fines nobles los medios más deletéreos. A un hombre debe juzgársele, aunque no sólo, por sus fines y metas, pero a un político, sobre todo por sus medios. La política, como orden instrumental, es ante todo cuestión de medios. Quien los sacrifica al fin, está a un paso de convertirse en criminal.

Entonces, el progresismo radical es heredero, entre otras herencias, del puritanismo. De aquí proceden algunas de sus contradicciones culturales fundamentales. Combaten precisamente mucho de lo que sustenta su propia tradición y sus propias convicciones. Esto explica, entre otras muchas cosas, su animosidad contra la Iglesia católica. Por un lado, el catolicismo se opone al puritanismo que, sin saberlo, veneran y en cuyas fuentes radicales beben. Pero, en el fondo, rinden su homenaje a la Iglesia, pues no pretenden tanto destruirla como sustituirla. Por eso, sólo son relativistas en su enemiga contra las verdades reveladas, pero, en el fondo, son dogmáticos de un dogma extraviado, violento y radical.

España tiene 9 millones de pobres

Muy fuerte, para que luego digan que esto va viento en popa y a toda vela... para algunos.

De La Gaceta, 9 de septiembre

En su informe de 2007, el Banco Mundial estimaba que 3.000 millones de personas en el mundo disponen de un dólar al día para vivir. Ese es el criterio que utiliza para hablar de pobreza. El estudio añade que un niño muere cada cinco segundos de hambre o por motivos relacionados con la falta de alimentos.




Con este punto de partida podemos abordar la pobreza en Europa, donde se habla de pobreza relativa, algo que se mide de acuerdo con los ingresos medios del conjunto de la población. En España, tras hacer las cuentas, salen nueve millones de pobres, o lo que es lo mismo, el 19,9% de los españoles vive con menos de 6.860 euros anuales, cantidad establecida para fijar el umbral de pobreza (ingresos anuales para un hogar unipersonal, ver tabla de la derecha).

Según el Informe de la Inclusión Social en España de la Obra Social de Caixa Catalunya, hay dos grupos de población en los que la escasez de recursos es más preocupante: las personas mayores de 65 años (31%), y los niños menores de 16 (24%). El tercer grupo en riesgo de "sufrir pobreza" es la población inmigrante no comunitaria, hasta el punto de que uno de cada dos niños de origen inmigrante no europeo se encuentra en situación de pobreza.
(...)
Factores de riesgo
El informe concluye que la vinculación del hogar con el mercado de trabajo y la composición del hogar son dos de los principales factores que explican los riesgos de pobreza infantil. "El riesgo de pobreza moderada de los menores es mucho más elevado en los hogares en que sólo trabaja uno de sus progenitores (34%) que en los hogares en que trabajan los dos (8,6). Los datos también corroboran la delicada situación económica de los hogares monoparentales, especialmente si la madre no trabaja. El 52% de los niños que viven en un hogar monoparental donde la madre no trabaja son pobres".
(...)
España supera la media de pobreza de la UE-15 (16%) junto con Grecia (21%), Italia (20%), Reino Unido (19%), Irlanda (18%) y Portugal (18%).