miércoles, 11 de junio de 2008

El mar se quita el muerto de encima


De La Gaceta.

Como yo no existe temor de Dios, los muertos son... nada y menos que nada. El respeto voló como lo hizo la fe de muchos.

Había muerto de viejo, aunque apenas lucía arrugas. Le incineraron y metieron sus cenizas en una urna funeraria de pino. Su mujer y sus hijos, holandeses afincados en España, subieron a un peñón cercano al puerto marítimo de Altea (Alicante). (...) Todo parecía haber acabado. Pero no todo el que muere encuentra reposo. Ni siquiera el que ha sido pasado a la parrilla en un horno crematorio.

Días después, (...) un robusto bañista del pueblo, se zambulló en el mar y nadó varios metros para ejercitar sus músculos y quemar las calorías del desayuno. Nadaba a buen ritmo. Pero se detuvo bruscamente para observar un objeto que flotaba a pocos metros de él. (...)"Entonces me di cuenta de que era un cofre donde se meten las cenizas de los cadáveres". Domingo se apoderó de la urna y la sacó del agua.


Al cabo de una hora, entró en el Ayuntamiento y se la entregó a un empleado. El consistorio contactó con la familia del difunto para darles cuenta del hallazgo. Ello fue posible porque la urna estaba provista de una placa donde aparecía grabado el nombre del muerto. El cofre volvió a manos de la esposa, quien regresó al peñón para repetir el lanzamiento. Pero, en esta ocasión, arrojó sólo las cenizas. El difunto, o lo que quedaba de él, descansó por fin en el Mediterráneo. Aunque parezca sorprendente, ha habido más casos de este jaez.

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