sábado, 12 de julio de 2008

La felicidad no se mezcla con la política.

Desde luego, da para mucho leer un periódico cuando uno se aburre en el Aeropuerto de Hahn (suena Jaaaaaaan). Lo de Frankfurt no lo pongo porque me suena a cachondeo.

Este artículo es muy interesante. Os pongo el título y la dirección (cortar pegar, cuando sepa poner links lo haré).

Los proveedores de la felicidad, de Javier Redondo en El Mundo

http://reggio.wordpress.com/2008/07/11/los-proveedores-de-la-felicidad-de-javier-redondo-en-el-mundo/





Os pongo la idea que más me ha gustado y que trabajaré estos días tranquilamente; es de Julián Marías y tiene mucho que ver con el pesimismo (ein, Sr. Gómez y Sr. Núñez? Qué casualidad ver esto hoy...):

"(...)la pista que aportó con su habitual brillantez el filósofo Julián Marías en La felicidad humana. Me refiero a la relación entre felicidad e ilusión: el método para obtener felicidad es el cultivo de la ilusión".

Me parece que bien aprovechada esta idea, puede dar unos resultados muy jugosos.

Otros párrafos interesantes:

"(...)cuando un líder reduce todo su discurso a la fabricación de una realidad -que, por otra parte, tiende enconadamente a creerse, dado que la felicidad es igualmente una cuestión de vocación-, ignorando los males que acaecen fuera de su virtualidad, lo que persigue es mantener en los niveles adecuados la satisfacción de los ciudadanos, aunque ésta no se sostenga sobre criterios racionales sino puramente emocionales e ilusorios".

"No obstante, en principio, estamos ante la tecla que tiene que tocar cualquier político que se precie: el cultivo de la ilusión que, trasladado a la prosa política y mundana, significa únicamente la puesta en circulación de un nuevo producto presto a ser consumido con avidez: la felicidad".

"Además, el discurso basado en la felicidad sortea con notable éxito los problemas livianos y ejerce un poderoso influjo sobre quien lo consume, tanto que, sin llegar a ser adictivo, al menos es contagioso -o, como mínimo, obligatoriamente contagioso-. Puesto que ¿quién sería tan estúpido de renunciar voluntariamente a ser feliz? ¿Quién sería tan mezquino como para, aparte de renunciar a su felicidad, poner en riesgo también la de los demás? Aquí está parte de la trampa que nos tienden los vendedores de felicidad al por mayor. Han incorporado a la política elementos de la religión y de la antigüedad: la creencia basada en la fe y no en los hechos, el discurso abstracto y metafórico, la prédica, el mesianismo, el culto y, sobre todo, la herejía. Un hereje político es hoy quien osa cuestionar el pensamiento de Alicia".

Y basta... leedlo que es corto y muy interesante.

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