domingo, 27 de julio de 2008

Non Credo

Una reflexión a tiempo parcial que lleva por título Non Credo (frente al Credo católico).



Si tuviéramos que considerar la posibilidad de realizar un Credo de la actualidad, podría configurarse en las siguientes cuatro afirmaciones, extractadas de una pregunta que le hicieron al Papa Ratzinger en el avión que lo llevaba a Australia recientemente:

Creo que no necesito a Dios.
Creo que puedo hacerlo todo por mí mismo.
Creo que no necesito a Dios para ser feliz.
Creo que no necesito a Dios para crear un mundo mejor.


Cuatro afirmaciones básicas de un Non Credo que se resumiría en una regla de oro: creo que Dios no es, en absoluto, necesario.
Ciertamente, para una persona no creyente, estas afirmaciones pueden llevarse a cabo sin mayor problema. Pero me pregunto qué puede pensar un no creyente ante otra afirmación de Ratzinger: no podemos ser realmente felices, no podemos promover realmente la justicia en todo el mundo, sin un criterio en nuestras ideas, sin un Dios que sea justo, y nos dé la luz y la vida. Me parece muy interesante esta idea porque, en efecto: ¿cuál es el criterio que orienta la vida del no creyente? Hablando, por supuesto, de un no creyente coherente, entendiendo por tal aquella persona que carece de cualquier atisbo de doctrina cristiana en su vida. Un Nietzsche, por ejemplo.
Lo digo porque me parece que hoy en día muchas personas que no se reconocen creyentes viven en la inercia valorativa que ha aportado a la humanidad occidental el cristianismo durante dos mil años. Pero esa inercia toca a su fin a medida que el cristianismo se debilita, lo cual es un hecho patente. Y me pregunto ¿cuál es el criterio que regirá las ideas de la nueva generación?
Para el cristiano, estaba claro: el amor. Y la luz y la vida que aporta Dios mismo en la persona de Cristo. Pero dentro de 20 ó 30 años ¿qué luz habrá en la sociedad? ¿Qué tipo de vida? Pienso, por ejemplo, en la piedad filial: ese sentimiento de vínculo fuerte que une a los hijos con sus padres. Es una herencia pasada que no tiene necesariamente por qué ser así. Ejemplos hay muchos: basta pensar en las inseminaciones artificiales con donantes anónimos (fecundación a la carta). Ese sentimiento de piedad filial, en definitiva, no tiene por qué seguir siendo así, como de hecho ya no es así.
Yo, personalmente y hoy por hoy, lo tengo claro en mi propia vida. Pero con este texto, invito a la reflexión a quienes no creen o, mejor aún, a quienes forman parte de la gran mayoría de españoles que integran su vida, aún sin saberlo, en los últimos coletazos de la inercia cristiana en la sociedad actual. Es un debate apasionante que me gustaría tener con quienes no pensáis como yo, porque el futuro es de todos nosotros y el mañana será lo que queramos hoy que sea.

No hay comentarios: